El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum hizo grandes concesiones —y dio resultados— para evitar los aranceles del presidente Trump. Él los impuso de todos modos.

Hasta el último minuto, Isaac Presburger, como muchos otros empresarios mexicanos, seguía sin creer que el presidente Donald Trump cumpliría su promesa de golpear a México con aranceles. Poco importaba que Trump hubiera anunciado ese mismo día que seguiría adelante con los impuestos previstos.
“Sigo incrédulo”, dijo Presburger, director de ventas de Preslow, una empresa familiar de ropa en México. “Ya sabemos que Trump aprieta y presiona para que le des lo que quiere. Ya le dimos todo lo que quiere y no ha aflojado”.
En respuesta a la amenaza de Trump de imponer aranceles del 25 por ciento a los productos mexicanos, México hizo un gran esfuerzo: sus líderes acordaron enviar a más de dos decenas de presuntos cabecillas de cárteles para ser juzgados en Estados Unidos, lo que supone un cambio respecto a la postura anterior del gobierno sobre las extradiciones.

Sheinbaum se esforzó más de lo que nadie esperaba para demostrar al gobierno de Trump que su gobierno se tomaba en serio el cumplimiento de las exigencias estadounidenses, según los analistas.
Sin embargo, a pesar de todo, los aranceles entraron en vigor después de la medianoche del martes.
Eso ha dejado a muchos en el gobierno, las empresas y la sociedad civil de México tambaleándose, pero también sintiéndose exasperados, incluso traicionados.
“Somos enfáticos”, dijo Sheinbaum en una conferencia de prensa el martes por la mañana, horas después de que los aranceles de Trump entraran en vigor para sus principales socios comerciales, incluidos México y Canadá. “No hay motivo, razón, ni justificación que soporte esta decisión que afectará a nuestros pueblos y naciones”.
“Hemos trabajado y dado resultados en materia de seguridad”, dijo.
Los aranceles representan no solo una fisura en el tejido de dos economías que han estado profundamente entrelazadas durante décadas, sino un repentino alejamiento de una relación que durante mucho tiempo había sido de colaboración y de lo que muchos en México esperaban que tuviera lugar: un acuerdo de última hora.

Hasta finales de la semana pasada, una delegación de México había estado negociando frenéticamente con funcionarios de Washington, y los líderes habían proyectado confianza. Incluso los mercados financieros se mantuvieron estables en México.
El secretario de Economía mexicano, Marcelo Ebrard, publicó el viernes en las redes sociales: “México y Estados Unidos tienen un gran futuro trabajando juntos”, con tres emojis de pulgares hacia arriba. Los líderes empresariales de todo el país compartieron el mismo optimismo hasta el lunes.
Pero Trump, cuyas críticas a México se habían centrado en el fentanilo ilegal, cambió sus términos el lunes, diciendo que Canadá y México tenían que trasladar fábricas de automóviles y otras manufacturas a Estados Unidos. “Lo que tienen que hacer es construir sus fábricas de automóviles, francamente, y otras cosas en Estados Unidos, en cuyo caso no tienen aranceles”, dijo.
“Es muy decepcionante y frustrante”, dijo Rodríguez. “Estados Unidos rompió con su palabra y esto dicta el futuro de nuestra relación comercial”.
“Es tiempo de ver hacia otras regiones”, añadió.

Sheinbaum dijo que tenía programada una llamada con Trump para el jueves, y el martes dijo a los periodistas que si los aranceles seguían en vigor tras la llamada, su gobierno seguiría adelante con una serie de contramedidas, incluidos impuestos de represalia, que serían anunciados el domingo. Canadá también anunció aranceles recíprocos.
Los índices de aprobación de Sheinbaum en México se han disparado, y muchos elogian su actitud fría frente a Trump, quien la calificó de “mujer maravillosa”.
Pero las guerras comerciales que ahora están en marcha pondrán a prueba no solo esa relación, sino hasta qué punto el gobierno puede aislar a su economía y a su población del caos y el dolor.
Presburger, director de ventas de Preslow, dijo que aún esperaba que los aranceles duraran solo unos días, o que Trump cambiara de opinión. De lo contrario, “va a ser desastroso para México”.
Estados Unidos compra más de tres cuartas partes de las exportaciones de México, y los aranceles afectarán la industria manufacturera, la agricultura y otras empresas, lo que interrumpirá inmediatamente la cadena de suministro y muy probablemente elevará el costo de los productos mexicanos vendidos en Estados Unidos.

Unas horas antes de que entraran en vigor los aranceles, Manuel Sotelo, presidente de la asociación de transportistas de Ciudad Juárez, dijo que la incertidumbre se cernía sobre quienes transportan mercancías en camiones hacia Estados Unidos.
Dijo que la industria del transporte no podría durar ni una semana si se congelara el comercio.
Cuando Trump golpeó a México con aranceles durante su primer mandato, este país llevó a cabo una respuesta quirúrgica, dirigiendo los aranceles de represalia a productos que se producían en estados republicanos considerados parte de la base de Trump, como el bourbon de Kentucky.
Los aranceles se levantaron al cabo de un año.
Preparándose para lo peor, los empresarios y grupos comerciales mexicanos ya estaban empezando a a actuar con rapidez.
Antonio Lancaster, presidente del Consejo de Cámaras Industriales del estado de Jalisco, uno de los mayores exportadores de alimentos y bebidas —incluido el tequila— a Estados Unidos, dijo que los líderes de las cámaras ya estaban en conversaciones con el gobierno estatal y federal sobre planes para reforzar la producción local y buscar otros mercados de exportación.

Empresarios como Lancaster argumentaron que, en última instancia, los aranceles acabarán perjudicando tanto a los consumidores estadounidenses como a los productores mexicanos.
“Todos perdemos”, dijo.
Jesús Manuel Salayandía, coordinador de un grupo empresarial en la frontera, dijo que los líderes empresariales, en su mayoría con sede en Estados Unidos, se han estado reuniendo para planificar su respuesta a los aranceles.
“Analizan si se van a mover a Centroamérica, si se van a mover al sur del país, si se regresan a Estados Unidos, si van a automatizar o robotizar ciertas líneas de producción”, dijo. “Todo eso lo están contemplando”.
Habían pensado: “Vamos a esperar a que Trump nos diga que va a pasar”, dijo. “Pero no está trabajando en un plan para fortalecer el mercado interno, para ofrecer otro tipo de estímulos a las empresas que ya están aquí”.
Marcelo Vázquez, delegado estatal de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana en Chihuahua, dijo que durante las últimas semanas algunas empresas tenían trabajadores de guardia prácticamente las 24 horas para exportar productos a Estados Unidos antes de que entraran en vigor los aranceles.
“Pero eso es una aspirina para el dolor de cabeza, no resuelve el problema realmente”.
Rocío Gallegos colaboró con la reportería desde Ciudad Juárez, México.
Annie Correal informa desde Estados Unidos y América Latina para el Times. Más de Annie Correal
(Tomado del New York Times)