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Las mesas únicas

Por: Pedro Rivera

Los revolucionarios y luchadores sociales de nuestro tiempo no dejan que el árbol les impida ver el bosque ni que por ver el bosque dejen de ver el árbol… las ramas y las hojas en un mundo como en el que ha tocado vivir.

Eso significa que los cabecillas de las organizaciones involucradas hoy por hoy en debates públicos, relacionados con propuestas reivindicativas, una vez sentados para negociar en cualquier circunstancia, en cualquier foro, sobre todo si son transmitidos, deben exponer sus argumentos con inteligencia —que sin duda tienen de sobra— con el fin de empatizar, no espantar.

Están en la obligación de recordar que lo uno está relacionado con el todo y el todo relacionado con el uno. Es dialéctica elemental, apegarse a la teoría de la complejidad y las leyes del caos.

Me arriesgo a exponer tan discordante hipótesis porque, mi juicio, algunas opciones clásicas que hace la izquierda panameña, y posiblemente la de otras latitudes del mundo, dejan de tener sentido en el ámbito de las nuevas realidades.

Está demostrado que los argumentos expuestos con cabeza fría, sin rabia histriónica, en escenarios como los que describiré en adelante, generan más confianza en los ciudadanos que, indiferentes a la “política” criolla, —la mayoría silenciosa—o en aquellos que ven los toros desde la barrera, al igual que los ubicados otras orillas como parte de la enorme legión “clientelar” oportunista creada por el sistema.

En el caso específico de Panamá, no hay que olvidar que en una sociedad clientelar los principios y buenas intenciones, ni siquiera la verdad por ser la verdad, tienen opción de competir con el concepto —ya es concepto— que pasó de inocente “poner la paila al perverso “poner plata en el bolsillo”, y de dar respuesta a la pregunta“ donde está lo mío” que yo sé dónde está lo tuyo.

¡Un modelo de comportamiento que algunas veces, con horror, imagino como pérfido ingrediente de nuestra identidad!

No obstante, en todo momento, debemos tener en cuenta que no vivimos solos, somos una pieza importante de la periferia de un sistema-mundo, hoy en evolución, en estado de gravidez, cuyo vástago heredará los buenos o malos genes culturales de sus progenitores.

Esta región, y Panamá en particular, estará en el epicentro de los conflictos generados en el centro del sistema mundo, como ya es obvio. Los mojones están a la vista.

Debemos reiterar una y otra vez que los pueblos de las regiones que viven y sobreviven tutelados, atrapados por la sociedad de consumo, víctimas de la globalización de la economía, de los cambios dados en el seno de la fuerza de trabajo y medios de producción [neoliberalismo], del acelerado desarrollo del conocimiento científico tecnológico creador de nuevas dependencias, de una conciencia mundial unidireccional unidimensional moldeada por los sistemas reprod7uctor masivo de ideas y conocimiento [Educación] requeridos por la hegemonías, a los que se le suman los medios de comunicación y redes sociales.

No se puede ignorar en este escenario el inminente agotamiento de los recursos energéticos, reservorios acuíferos y proteínicos [llámese comida] a lo largo y ancho del planeta, como consecuencia de la acción depredadora del hombre.

No hay que dejar por fuera el peligro que entraña la producción y mercadotenia en gran escala de armas de destrucción masiva convencionales y nucleares.

Es llegada la hora de patear los eufemismos y decir la verdad: la guerra mundial permanente, infinita, no declarada, no fría, sino en fase de contención, ya rebasa los linde-ros económicos, diplomáticos y de enfrentamientos armados de múltiples formatos, focalizados, la mayoría de ellos con premeditación y alevosía en todos los rincones del planeta.

Pero la humanidad también vive la época del ascenso de ideas socialistas, humanistas, de nuevo tipo, adaptadas a las nuevas realidades, las arriba señaladas, bajo la responsabilidad de los luchadores sociales de un mundo diverso y complejo, actuando en cada país con apego a sus respectivos contextos.

No es cierta la idea de que la lucha por introducir cambios sociales revolucionarios es propiedad de organizaciones organizadas como sectas.

Es la hora, pues, de articular nuevas estrategias y tácticas políticas unitarias con el fin de alcanzar objetivos añorados, no solo por las vanguardias revolucionarias sino por la humanidad. Y esos objetivos, en el marco de las nuevas realidades no tienen posibilidad de ser alcanzados ni a corto, mediano o largo plazo sin establecer alianzas políticas, las construidas con fundamento en objetivos comunes, transformables en consig-nas, tales como acogerse a la neutralidad, crear riqueza y repartirla mejor, evitar el exterminio de la vida humana en el planeta y desechar la guerra como vía para dirimir los conflictos.

Si no es posible encaminarse en esa dirección estaremos bien jodidos.

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