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Las inconsistencias de nuestra política exterior

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Nuestra política exterior no existe. Es decir, la que existe, la república no es digna de ella. Es todo marañamientos, inconsistencias, incoherencias y mucha genuflexión.

Nuestra política exterior, no responde al interés nacional de los panameños, que en estos momentos en que el país es victima de ataques y amenazas ciertas y serias contra nuestra soberanía, integridad territorial y dignidad nacional, debería generar una solidaridad y buenos vínculos con países amigos y aliados que coadyuven en fortalecer nuestra posición a fin de restablecer el orden jurídico internacional del que Panamá es parte y en este momento histórico debemos derivar la defensa de nuestros intereses.

Es del mayor interés del país, el desarrollo de un mundo multipolar y que nadie pueda de por sí imponerse al margen del Derecho internacional. Panamá es un país que su función de servicio internacional y la logística internacional que prestamos, no podemos estar haciendo parte de frentes que pretende imponer una hegemonía, poque sería enfrentarnos a nuestro propio interés nacional.

La Constitución Política de la república de Panamá establece que: Artículo 315:  “El Canal de Panamá constituye un patrimonio inalienable de la Nación panameña; permanecerá abierto al tránsito pacífico e ininterrumpido de las naves de todas las naciones y su uso estará sujeto a los requisitos y condiciones que establezcan esta Constitución, la Ley y su Administración”.

Si el Canal de Panamá, la principal empresa de los panameños que, genera más de 10 mil empleos directos y cerca de 40 mil empleos indirectos, además de toda la estructura de servicios logísticos que se prestan, le fuera arrebatado por la fuerza, a su dueño legítimo y fuera apropiado y subsumido por una potencia que se disputa el control hegemónico mundial, El Canal y su zona adyacente se convertiría en objetivo militar de represalia de las otras potencias en contienda, lo cual pondría en peligro la paz de los panameños.

Pero es el caso que las relaciones exteriores de Panamá, que las dirige el presidente de la república y el Canciller, han dicho que no necesitan amigos o compañía en este caminar d ela reivindicación de la dignidad nacional. Es decir, rehúsan la solidaridad internacional de los que les interesa empoderar a nuestro país como un país neutral que presta servicio de conformidad con nuestra Constitución política.

Desde el 1 de enero de 2025, Panamá ocupa un puesto como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas. Sin embargo, hasta este momento, Panamá no ha convocado, a pesar de todas las serias amenazas del gobierno norteamericano contra Panamá, a una reunión ni siquiera informativa, para poner al tanto al Consejo de lo que le está ocurriendo a nuestro país por acciones, provocaciones y amenazas al margen del derecho internacional por parte de la potencia norteamericana.

Nuestra conducta, la del gobierno, ha sido la de confrontar con países o gobiernos históricamente amigos de la causa panameña y apoyar en otros casos a países que, están en conflictos de los que Panamá no deriva ningún interés en cuestión.

Como arriera sin pestaña, así de desorientado y en estado paupérrimo camina nuestra política internacional, es decir, en medio de la crisis, el gobierno presente ha optado por la genuflexión y el entreguismo y la presencia indigna de nuestro país el medio del concierto de naciones.

En la década del 70 y a inicios del 80, Panamá hizo gala de una política internacional, ágil, dinámica, robusta y coherente con el propósito de nuestra liberación nacional y la perfección de nuestro Estado. Omar Torrijos, Juan Antonio Tack, Jorge Illueca, Rómulo Escobar Bethancourt y muchos otros, entendieron que, la solidaridad internacional es fundamental para apuntalar los objetivos estratégicos de nuestra nación, y que nuestro compromiso es ser recíprocos con los pueblos y causas que compartimos y que nos fortalecen hacia un mundo donde se respeten la paz, el desarrollo económico y social, la soberanía, la autodeterminación, la amistad y cooperación entre los pueblos.

Que la luz de nuestro Dios Todopoderoso nos alumbre el camino para reencontrarnos con la dignidad de que hemos sido revestidos y que ahora anda extraviada.

¡Así de sencilla es la cosa!

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