Análisis exclusivo de El Periódico
¿Quienes instigan el conflicto y por qué?
Por: Rigoberto Castillo G.
Abogado y Master en Derecho Internacional.
Desde hace ya 32 años, y desde febrero de 1990, antes de la desintegración de la URSS (proceso que inició el 11 de marzo de 1990 al 25 de diciembre de 1991 -, con el surgimiento de 15 nuevos Estados), la Federación de Rusia, heredera del legado de la Unión Soviética, ha venido exigiendo, insistentemente, a las potencias Occidentales cumplir, por escrito, con aquella promesa que le formularán al último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachev, de no extender el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia los países del Este de Europa (antiguos Estados del bloque socialista: Polonia, Rumania, la República Federativa Socialista de Yugoslavia (hoy dividida en seis Estados – Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia), la República Checa y Eslovaquia (antes República de Checoslovaquia), Bulgaria y Hungría. Exigencia que a la fecha no se ha cumplido, muy por el contrario.
El deseo de conflicto armado instigado, por las potencias Occidentales, entre Rusia y Ucrania, ha revivido las reclamaciones rusas de garantía de su seguridad y tranquilidad en la región de Europa y el mundo, además, ha retrotraído las promesas rotas por parte de los mandatarios europeos y estadounidenses de no extender la OTAN al Este del continente europeo.
Los hechos históricos y la realidad actual.
De la no expansión del Tratado Atlantista (OTAN) a los países del Este de Europa, le hablaron a Mijaíl Gorbachev, desde febrero de 1990, en Moscú el Secretario de Estado de EE.UU. James Baker y, posteriormente, el canciller federal alemán Helmut Kohl, pero la idea en sí, surgió del Ministro de Relaciones Exteriores alemán, Hans – Dietrich Genscher, quien sugirió a su colega británico Douglas Hurd que había que declarar, públicamente, que “la OTAN no tiene la intención de expandirse al Este”. Baker y Kohl plantearon a Gorbachev la idea, adicionando la necesidad de una Alemania unificada en la OTAN, pero en una OTAN cuya jurisdicción no se ampliaría a la ex antigua República Democrática de Alemania (RDA). Aunque el secretario de Estado de USA James Baker, posteriormente, pareció convencer a Gorbachev que era mejor una Alemania en la OTAN y no libre, a lo que el presidente soviético pareció aceptarlo, pues dio la luz verde para empezar el proceso de unificación de las dos Alemanias (la República Federal de Alemania -RFA- y la República Democrática Alemana -RDA-), lo cual implicaba también que no habría otras expansiones de la OTAN al Este de Europa.
En dicha ocasión el secretario de Estado de los EE.UU. Baker, fue muy firme al indicarle a último dirigente soviético que: “Cualquier extensión de la zona de la OTAN sería inaceptable”.
Pero el Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., articuló otros planes, en los que se consideraba respecto a la reunificada Alemania su inclusión en la OTAN, cuestión que de la que el Secretario de Estado Baker acabó aceptando y el presidente George Bush convenciendo a Kohl de adoptar las nuevas tesis respecto al futuro de Alemania y la OTAN.
Por su parte Gorbachev llegó a proponer una estructura pan – europea de seguridad, en la que la Unión Soviética (Rusia) estuviera en la OTAN, cuestión que fue desechada por los dirigentes estadounidenses, calificándola de mero “sueño” inalcanzable.
La OTAN, se ha extendido al Este de Europa, en tres fechas: en 1955 con la inclusión de Alemania (incluida la parte de la RDA), 1999 (Polonia, Hungría y la República Checa) y en 2004 (Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Estonia y Letonia). O sea, a las fronteras, tanto territoriales como marítimas de Rusia. Hoy en día, ha fijado sus ojos en Ucrania, que hace frontera directa con la Federación de Rusia.
¿Pero cuál ha sido la base legal del bloque militar atlantista, para tal expansión hacia los Estados ex socialistas de Europa del Este?
La misma que, hoy en día, se esgrime respecto a Ucrania, “el derecho soberano de los Estados a elegir su propio destino”.
Es necesario partir de un hecho, la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN), no es una organización de cooperación de comercio, ni menos de carácter humanitario, tampoco de caridad mundial. La OTAN, tal y como dice su carta constitutiva, es una estructura militar, cuyo remanente data de los años de la guerra fría. La OTAN surgió como consecuencia de la firma del llamado Tratado de Washington de 4 de abril de 1949, el cual entre otras cosas fue el texto jurídico fundacional de la Alianza Atlántica.
Esta poderosa organización militar, una vez se desintegra el bloque socialista con su organización militar, el Pacto de Varsovia, y desapareciera a su vez la extinta Unión Soviética, se creyó que también desaparecería, por cuanto ya no era necesaria, pues el peligro del comunismo mundial había similarmente desaparecido en el mundo; pues no resultó así, la OTAN continuó vigente pese a su declarada e innecesaria existencia con el fin de “llevar la democracia y la libertad a otras latitudes del planeta (Libia, Afganistán y otros países) donde los resultados han sido desastrosos, sangrientos y portadores de recetas extremadamente crueles y de destrucción de la vida de cientos de miles de seres humanos, de centros culturales y el trastorno de la vida cotidiana en esos países a nombre de una prometida democracia que nunca ha sido posible, lo cual produjo y sigue produciendo una gran migración de estos pueblos a cualquier lugar donde puedan tener un mínimo de paz y seguridad.
El derecho internacional y las relaciones internacionales consagran el principio fundamental de la libre autodeterminación de los pueblos, que de ninguna forma comprende el que la seguridad de un Estado o grupo de Estados, se garantice bajo el perjuicio o el detrimento de la seguridad de otro, u otros Estados, iguales criterios de seguridad son sustentados en la Carta de la Naciones Unidas.
La OTAN y las potencias Occidentales europeas y los EE.UU., en la década de los ´90, faltaron a la palabra dada a Rusia (Pacto de Caballeros), o como se diría en inglés “gentlemen’s agreement”, con lo cual violentaron a su vez otro principio sagrado en las relaciones internacionales y la propia vida común de las gentes, la “confianza mutua”.
La instigación al conflicto innecesario, entre Rusia y Ucrania, tiene sus causas en los hechos siguientes: la gran crisis económica de las economías occidentales, las impagables deudas de los gobiernos y banca europea y estadounidense, la necesidad de mantener en pánico de guerra a la clientela consumidora de armamentos, el desenfreno por mantener a la industria militar estadounidense recibiendo grandes dividendos del negocio de las guerras infinitas, que el ex presidente Donald Trump, durante sus años de mandato mantuvo apagadas; y claro está, la baja en la popularidad y en las encuestas políticas de algunos mandatarios de los países que se afanan con hacer estallar ese conflicto o cualquier otro y a cualquier precio, en cualquier otra región del mundo, con tal de recuperar su decrépita credibilidad en sus países y sus electores.
Desde 2014, se produjo un asalto del poder en Ucrania. Este acto marco un hito en las relaciones ruso – ucranianas, pues estuvo, como ya es de conocimiento global, financiado por las potencias Occidentales y por poderosos magnates de los negocios y las finanzas, como George Soros. Su objetivo fue, como lo es hoy, establecer un régimen pro Occidental, anti ruso y empujar posteriormente a Ucrania a un conflicto armado con Rusia, del que todos sabemos cuál podría ser su resultado, pero que al parecer los instigadores creen salvarse y desconocen sus consecuencias.
Pero la instigación de Ucrania a chocar militarmente con Rusia, pareciera recordarnos el conflicto armado en los Balcanes, respecto a Kosovo y Serbia que, “verbi gracias”, a las maniobras de las potencias Occidentales y la OTAN tuvo desenlaces sangrientos y crueles para ambos pueblos, en donde ninguna de las acciones armadas fue amparada por ninguna decisión institucional de ningún organismo internacional, más bien, se desarrolló como un acto, soberbio, caprichoso y carente del más elemental fundamento jurídico en el marco del Derecho internacional.
El territorio de Kosovo, es considerado por los serbios la cuna de la nación Serbia, y que fue desprendido de ella, como consecuencia de un conflicto armado instigado por las potencias Occidentales y la OTAN.
Históricamente, Rusia y Ucrania han sido pueblos hermanos, ligados por un ´cordón umbilical identitario´, al punto que las raíces del pueblo eslavo ruso (incluido el ucraniano) se encuentran en lo que se llamó, antiguamente, la Rus de Kiev (la Rus de Kiev tuvo sus orígenes en la fundación de la dinastía rúrika en el año 862).
Pareciera entonces que, los objetivos de algunas de las potencias occidentales y la OTAN, respecto a Rusia y a Ucrania es, además, la de desnaturalizar y separar la matrix progenitora de su embrión nacional, lo cual es cruel y hasta genocida, con el único fin de crearse más espacios y clientes para la compra y venta de armas, propósitos geopolíticos y geoestratégicos de dominio en Europa.
Otras de las cuestiones o causas, del por qué de la instigación del conflicto ruso – ucraniano, sería el de detener el proyecto gasoducto Nord Stream II. Un proyecto gasoducto, prácticamente, terminado que se extiende desde Rusia a Europa (Alemania), por el mar báltico y que, está llamado a suplir las más elementales necesidades energéticas a precios razonables de los países y pueblos europeos, principalmente durante el periodo de invierno, a precios más adecuados que los que ofrecen otros países, y en el que Alemania tiene total interés y también el resto de Europa, en medio de una alta especulación por el precio del gas y el encarecimiento histórico de la factura energética en casi toda Europa.
Ante la aguda crisis de la seguridad, en este momento en el mundo, y en Europa, cabría preguntarse, estarán conscientes los lideres occidentales y los mandos militares de la OTAN, a pesar de que el presidente ruso, Vladimir Putin y su par ucraniano, Vlodimir Zelensky, han negado todo acto tendiente al conflicto militar, por parte de sus ejércitos, como lo desean los instigadores occidentales y la propia OTAN, que ninguna nación europea quedará fuera de ser arrollada por tales eventos armados de magnitudes y consecuencias desconocidas y solo percibidas en películas, en las que la raza humana desaparece del planeta?
Recientemente, el presidente Putin, refiriéndose, casualmente, a esta peligro inminente declaraba que, Rusia solo persigue se le garantice su seguridad (la no expansión de la OTAN y el fin de la presencia de los ejércitos occidentales y de EE.UU. en sus fronteras), pues el emplazamiento de sistemas de anti misiles en países del antiguo bloque socialista (Rumania y otros) cerca a sus fronteras, no le dejaban a Rusia otra alternativa que, “en el caso de que sea lanzado cualquier misil, desde cualquier país, Rusia no se detendría a preguntarse qué tipo de misil ha sido dirigido en su contra, pues la respuesta sería inminente, inmediata y aniquiladora de dicho país del cual fue lanzado el misil.
Como quiera que la guerra es lo que menos espera Rusia, ni Ucrania, y demás naciones del mundo, es fundamental que la diplomacia sea el arma que ponga fin a los peligros de amenaza de la guerra y el uso de la fuerza como solución de los mismos. Es fundamental que no cesen los diálogos y los encuentros entre los actores directos.
Es necesario permitir, sin intromisión de terceros países, que rusos y ucranianos mantienen diálogos directos y no a través de interlocutores que solo buscan levantar sus decrépitas y desprestigiadas imágenes políticas, tanto en sus países, como en el extranjero.
La paz en el mundo, en estos momentos, se encuentra en serio riesgo, por lo que es un deber de todos los habitantes del planeta, de todos los gobiernos del mundo, exigir el cese de la instigación, un alto a la venta y aprovisionamiento de armas para atizar conflictos innecesarios e infinitos y detener la continuidad del peligro de la extinción de la humanidad.
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