Unpueblo organizado y movilizado tiene el poder de constituirse en una gran fuerza productiva, que propicia pugnas al interior del estado y de los regímenes.
El poder del estado, tiende a empobrecer la capacidad de los que lo ostentan. Los vuelve ciegos y sordos. Construyen una especie de realidad virtual y en ella, el pueblo, las masas, son vistos como «el enemigo a vencer».
Creen que el monopolio del estado sobre la violencia oficial, constituye todo lo necesario para gobernar.
El poder político y los clanes económicos, subestiman variables como la pobre aceptación que tienen en la población. Dicho de otra forma, no entienden y no pueden entender, que una gobernanza que no cuenta con legitimidad social, se conduce antidemocrática y anula todo espacio de participación ciudadana.
Lo anterior se agrava dado que estamos frente a un poder político cuyo origen, dejó maltrecha la legitimidad formal, con que advino a la vida política.
Lo ocurrido en la asamblea nacional, es la expresión de una democracia que ha sido erosionada por una corrupción que viene de atrás y por toda suerte de manipulación para servirse de la misma, lo que se traducido en un desgaste severo del estado de derecho.
En un escenario como el descrito, el pueblo movilizado con un norte democratizador de la sociedad y del estado, tiene ese poder de recomponer esas perversas realidades.
Lo he escrito. La movilización contra la ley 462 y otras reivindicaciones populares y nacionales, constituyen en el fondo una clara lucha del cual debe emerger, formas de reales protagonismos e influencia ciudadana en la dirección del estado y de la manera de conducirse éste frente al pueblo.
Estamos inmersos en una contradicción entre represión y regresión – versus- cambios en los paradigmas democráticos.
Los actores de esta contradicción están a la vista: el pueblo y sus fuerzas orgánicas y por el otro lado, la clase empresarial
El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
