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El Pueblo en las calles, jugándose con la Ayuda de Dios, nuestra suerte.

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

 

Emerge desde lo más profundo del alma de los ciudadanos latinoamericanos, dentro de los cuales estamos inmersos, una manifestación que busca dignificar nuestra existencia y que tiene por colapsado e inviable, un sistema político económico y social que solo supo parir desigualdad, corrupción, genuflexión, ignominia, vileza e infamia.

No se trata de un esfuerzo cuyo protagonismo se lo debemos a la izquierda, y mucho menos a la derecha. La gente, los millones de víctimas, ahora los protagonistas, se han tomado las calles y nuestras plazas, donde hace doscientos años se congregaron nuestros tatarabuelos, para apuntalar la libertad conseguida en batallas desiguales que requirieron mucho coraje y valentía, y donde se escribió con sangre generosa la palabra libertad, de la que gozamos poco, porque vinieron de las manos de la insolente oligarquía y los cleptócratas, los grilletes de la sojuzgación, que abortaron la sociedad de hombres libres que, solo puede permanecer en medio de la más alta dignidad humana.

Es menester volver a encontrarnos con el Decoro, con la Dignidad y la Decencia para poder construir ciudadanía y civilidad, sin la cual la democracia sigue siendo un sofisma.

Hace más de tres años, desde que Chile, en Perú y en Colombia, se inició el arroz con mango. Luego vino Ecuador, Bolivia, Honduras y recientemente Brasil. En todos los países los pueblos, con líderes naturales de entre sus propias filas, están generando un clamor que no puede ser apagado, ni desconocido.

No les han servido los mecanismos de represión usuales, ni haber asesinado a cientos de compatriotas latinoamericanos. En poco les ha sido útil apresar a miles y miles, en desaparecer a cientos, sino para endurecer con más firmeza, la decisión irrevocable de no continuar como parias en nuestros propios territorios, con inmensas riquezas mal distribuidas entre sectores acaudalados y avariciosos que, no se satisfacen con nada, y además de las riquezas de las que se apropian, quieren tener a los pueblos viviendo en la indigencia, sin acceso a una educación liberadora y sin conciencia que de su voluntad expresa, con la ayuda de Nuestro Señor, surge la estructura del poder que pretenda ser legítimo.

Que Dios, El Todopoderoso, nos guíe en esta coyuntura histórica y sepamos interpretar los tiempos y seamos capaces de ser luz para este mundo que, requiere recorrer el camino de la dignificación general de la raza humana y el rescate de la naturaleza, nuestra hermana, la cual también hemos puesto seriamente en peligro, por darle rienda suelta a nuestra irresponsable codicia.

¡Por un país decente y una patria para todos!

¡Así de sencilla es la cosa!

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