Por: Gonzalo Delgado Quintero
Sé que muchos niños y jóvenes de las décadas de los 70 y 80, hoy padres y abuelos, pueden entender lo que escribimos sobre el homenaje a Daniel Alonso y lo que, en las próximas líneas, dando continuidad a estos temas, expresaremos con el único fin de hacer más amenos estos tiempos que transcurren, recordando la buena historia.
Lo escribo porque a mi memoria vienen muchos recuerdos de esos primeros momentos cuando a temprana edad, mi hermano Leónidas, quizás los dos por ser los de mayor edad de entre los hermanos; además de habernos levantado en un momento dado, en que había amor por la lectura, o porque aún no se había dado el salto tecnológico de estas últimas tres décadas que traería consigo otros medios de comunicación de impacto e influencia extraordinariamente masiva, a lo mejor permeó en nosotros ese hábito de leer y estar atentos a cualquier tipo de acontecimientos y por supuesto, el deporte.
A esa edad (desde los 9 a 15 años más o menos), leíamos todo lo que a nuestro alcance llegaba. Revistas que traía nuestro padre Balbino (qepd) de la editora La Nación, instalación de la revista Time-Life International en Tocumen. allí trabajó. Después conseguía otras en el aeropuerto, cuando laboró en la cocina volante y las recogía dejada en los aviones.
En nuestra tienda, también las compraba mi madre Catalina, acá ya era Corin Tellado con sus novelas publicadas en Vanidades y otras como Bohemia que ofrecíamos, en conjunto con los pasquines. Esos si traían figuritas que animaban el diálogo. Digo lo de las ilustraciones, porque ya en la universidad, un compañero, no tan animado a la lectura, un día le preguntaron que, si había leído “Cien Años de Soledad”, de Gabriel García Márquez y dijo que no, porque esa novela no traía figuritas. Imagínense lo que ocurrió en el momento, que 40 años después, esa anécdota es parte de las tallas en las conversaciones chistosas de un muy conocido grupo de estudiantes de la época que ahora, ha sido reunido nuevamente por el wasap.
En esos tiempos y que tiempos, igualmente, los periódicos y los referidos pasquines con todo tipo de personajes e historietas. Batman y Robin, Los 4 Fantásticos, Fantomas a quien le decían la Amenaza Elegante y todos los demás salidos de mentes geniales como las de Stan Lee y Steve Ditko, creadores de “El Hombre Araña” o de Jerry Siegal y Joe Shuster, quienes fueron los que dieron a la luz a uno de los superhéroes más conocidos del planeta “Superman” y por supuesto, otros creadores como Marvel Comics.
Hay que anotar que no fue sino mucho después que comencé a observar que toda esta creatividad, no al margen ni de casualidad, consolidaban una especie de subcultura, por supuesto, incluida la influencia individualista del supra poder que iniciaba su hegemonía, principalmente, desde Estados Unidos con mayor énfasis y que se intensificó después de la II Guerra. Repito, eso lo observé mucho después.
Lógicamente se mantenía la parte ideológica en esos creadores de “comics” que pasaron a formar parte estratégica de la superestructura del gran poder, que entonces, como niños, no entendíamos, pero que en sus inicios formó parte del plan masivo enajenador y como extensión de la Guerra Fría.
Esas novelas y pasquines, además, obviamente de leerlos, eran parte de la mercancía que vendíamos en nuestra abarrotería familiar, “Los 4 Hermanos”.
Teníamos otras publicaciones que llegaban a nuestras manos y fuimos siempre, muy interesados por leer todo tipo de conocimientos que lográbamos obtener a través de nuestros limitados alcances, incluso nos llegaba la Revista Readers Digest o como mejor la conocíamos “Selecciones del Readers Digest” (década de los 70),
Nuestro interés por leer y estar enterados con mayor interés, incluía al deporte, casi todos, pero en especial el beisbol; más, el nacional, por la influencia de mi padre y que oíamos en un pequeño aparato de radio de marca Sanyo, muy motivados por la voz prodigiosa del internacional Chequele Samudio.
Por supuesto y por ser oriundos, íbamos a Los Santos. También nos llegaba algo del beisbol profesional de grandes ligas donde sobresalían panameños como Rodny Carew, Manny Sanguillen, Alan Lewis y después Omar Moreno. Luego de esa primera época de jugadores panameños en la gran carpa, el resto de los grandes peloteros.
Sobre el fútbol me pareció entonces muy aburrido, veíamos partidos de videos traídos de Sur América, sobre todo, argentinos, recuerdo el nombre del Ratón Ayala, y hasta allí; pero comenzamos a entenderlo mejor con Efigenio Tapia, José Bech, Eduardo Moreno, aunque uruguayo de nacimiento, vivió alrededor de 50 años en Panamá.
Después, aprendí algo con otros. El fútbol finalmente selló nuestro interés con la llegada de la transmisión vía satélite en la televisión. La transmisión del Mundial de México fue por primera vez en colores, creo recordar que en Panamá la vimos así, fue un brinco tecnológico que solo para entonces había venido para quedarse en Panamá. La TV al principio se veía en Blanco y Negro; pero los colores, buenísimo. Un invento que tres décadas antes (1940) había patentado el inventor mexicano Guillermo González Camarena, desarrollador de esta gran tecnología.
Ese mundial de México, (1970) fue ganado por Brasil 4 a 1 sobre Italia. Éramos entonces, poseedores de una televisión de 14 pulgadas y allí, en la tienda, nos reuníamos un montón de gente a ver los juegos vía satélite, que se transmitían gracias a la reciente creada INTERCONSA, hacía dos años antes, cuyas instalaciones se ubican en Utivé. Todos queríamos ser Pelé, pero en nuestro caso, en la abarrotería vendíamos el álbum Panini, con figuritas de fotos en colores de todos los jugadores, lo que abrió mayor conocimiento sobre quiénes eran los jugadores de las diversas selecciones de los países participantes. La figurita más difícil para completar el álbum no fue la del astro brasileño, Rey, Edson Arantes do Nascimento «Pelé; sino la del jugador y capitán inglés, Bobby Moore.
Pero fue gracias a la TV en colores, al satélite principalmente; por estas vías de comunicación social fue que conocimos más el tema futbolístico. Supimos de la existencia, además de Pelé, de Tostao, Rivelino, Carlos Alberto, Jairzinho, Gérson y Félix. Otros jugadores importantes fueron Brito, Wilson Piazza, Everaldo, Clodoaldo. Todos éramos futbolísticamente brasileños.
Entonces, con toda esa exposición televisa, recordamos con claridad el Mundial de México. Por supuesto, después a Maradona y ya se sabía antes de Frank Beckenbauer. Le seguíamos la pista a Brasil, Argentina, Alemania, Inglaterra, España y la Naranja Mecánica (Holanda). Panamá, por supuesto, nada. En esos tiempos, nosotros en deportes, éramos gigantes en el beisbol, el basquetbol, el softbol, la hípica, el boxeo, pero no el fútbol; sin embargo, la semilla había sido sembrada al momento en que vimos ese primer mundial.
Otro deporte como la hípica y la voz inconfundible de Arquímedes “Fat” Fernández, sobre todo, en esas extraordinarias transmisiones internacionales que, como ya mencionamos, recién llegada la tv en colores, la podíamos ver vía satélite, con el Fat y otras voces. En nuestro caso personal, comenzamos viendo la triple corona hípica estadounidense ganada por Secretariat (1973); también hubo grandes transmisiones de boxeo. Recordaremos la voz de Tomás Alberto “Tomy” Cupas y la locución de Arturo “Chelo” González, en el combate de campeonato mundial del peso ligero entre Roberto Durán y Ken Buchanan (qepd). Fue la primera corona ganada por el panameño.
Con la Hípica, nos dimos cuenta de la existencia de grandes jinetes. Pinkay, Solís, Baesa, Vásquez y por supuesto, muchos otros nacionales e internacionales. Cuantos, de esa época, no recordamos las carreras de Montecarlo, Barremina o la que considero más emocionante con Patilargo.
Vimos las grandes jugadas de Pete Rose, algunos de sus tantos hits; para mí, el más grande beisbolista de la historia. La música de la época, tanto en español como en inglés. El imparable número 3,000 de Rodny Carew, difundido por las mejores voces de la televisión, el gol número 1,000 de Pelé, igualmente, trascendente, ya para los 80, Durán pasó a ser el boxeador más importante a nivel mundial con el retiro de Mohamed Alí. Después las proezas de Diego Armando Maradona y esos grandes campeonatos logrados por los argentinos. Cómo no recordar la emoción imprimida por los locutores de ese juego de Argentina contra Inglaterra, todo lo que hizo el Pelusa en ese juego, en lo que se transformó en una especie de venganza argentina en medio de la Guerra por Las Malvinas.
Cuantas cosas no han sucedido desde entonces que no mencionaremos porque son más recientes y de conocimiento actual generalizado y cada una conocida gracias a los mejores expertos de la comunicación. Por ello, cuando a uno de los nuestros, como Daniel Alonso, es homenajeado por lo más granado de una de las disciplinas del deporte, como lo es el boxeo, no podemos pasar ese hecho por inadvertido.
Es un orgullo y un privilegio sabernos parte de la misma generación que comparte el mismo tiempo y espacio vital de la que ya es figura muy reconocida del boxeo y que por referencia nos identifica e identificará como en la Ilíada en la que se infería la frase «nacer en la época de Aquiles» que no se refería a un evento específico en la vida de Aquiles, sino más bien a una forma poética de describir el nacimiento de alguien en un momento histórico y culturalmente significativo y el hecho de haber coincidido vivencialmente en la misma época; como viene a ser en este caso de la presente generación; nadie del pasado, nadie del futuro; somos nosotros aquí y ahora, que en tiempo y espacio, son los mismos a los que pertenece Daniel Alonso.
El autor es periodista, escritor y analista
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