Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Sin embargo, cuando el fruto de la conquista vino a nuestras manos, fueron rápidos para apropiarse de lo que nunca propiciaron, porque siempre estuvieron en la acera de enfrente, cuando de dignidad nacional se trató.
Escamotearon entonces, el derecho del pueblo a tomar decisiones, a estar en la Junta Directiva del Canal y para ello se unieron, los que amaron más sus chequeras y le sirvieron al vasallaje y a la genuflexión de los antiguos ocupantes y con argumentos técnicos de que se requerían grandes hombres de negocios, y hoy día en esa instancia utilizaron la misma para aprovisionarse de información privilegiada y orientar inversiones que revaloraran esas inversiones que avergüenzan la más mínima cuota de decencia y de ética de cualquiera. Otros usaron la Junta Directiva para encubrir sus delitos y burlar a las autoridades judiciales argumentando alguna clase de inmunidad inexistente.
En 22 años de aportaciones directas de más de 27 mil millones de dólares al Estado, no podemos señalar una sola obra significativa que pueda contarse como un legado que le podemos dejar a la sociedad panameña, como resultado de todos los negocios que se desarrollan alrededor de Canal y todos sus servicios conexos.
Ha llegado la hora del equilibrio y de que el pueblo y sus organizaciones asuman el rol de vigilancia y dirección del principal bien patrimonial del pueblo panameño, porque solo los que ha peleado por él y lo han querido siempre, pueden proyectar la visión correcta para que el Canal siga sirviendo al comercio mundial, pero también sean incorporados sus beneficios, como pivote del Desarrollo Nacional de todos los panameños, especialmente los han sido rezagados y hoy sufren los estragos de la desigualdad impresentable que vergonzosamente sostenemos.
¡Así de sencilla es la cosa!
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