Especial para el Periódico
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Ayer domingo 17 de noviembre, medios occidentales informaron que el presidente de EE.UU., Joe Biden, así como las autoridades del Reino Unido y Francia, habían dado luz verde al régimen de Kiev para lanzar ataques con misiles de largo alcance contra las profundidades del territorio de Rusia.
The New York Times fue el primero en hablar de ello. Citando a personas familiarizadas con el asunto, informó que Biden, quien durante mucho tiempo se había resistido a las peticiones del régimen ucraniano al respecto, cambió de opinión y autorizó ataques contra el territorio ruso internacionalmente reconocido con armas de largo alcance de fabricación estadounidense. The NYT calificó la decisión de Biden de «un cambio importante en la política estadounidense«.
Este hecho ha crispado y vuelto tensa, aún más, la situación internacional, dado que Rusia por intermedio de su presidente Vladimir Putin ha dicho que en tales circunstancias en que países que ordenan y ofrecen los misiles, como la tecnología para operarlos, así como el equipo técnico humano (oficiales de los ejércitos), ahora entran en confrontación directa contra Rusia, podrán ser tratados como tal y deben esperar de Rusia la respuesta apropiada.
El régimen de Kiev, está en modo desesperación, su acción de invadir el territorio ruso trajo como consecuencia el que abandonara el estado de control en gran parte de la línea de contacto en territorio ucraniano y cada día las tropas rusas avanzan de modo que, si no hay negociación pronto, Ucrania quedaría sin territorio.
Rusia siempre quiso un arreglo pacífico, pero Europa y EE.UU. quisieron llevar adelante desde golpes de estado, hasta una guerra contra las regiones de mayoría de población rusa e integrarse a la OTAN para establecer una base de operaciones contra Rusia, a pesar de que, en los acuerdos de 1991, cuando se desmanteló la URSS, Europa y Estados Unidos se comprometieron a no extender la OTAN a los países que antes fueron parte de la Unión soviética. Es decir, no cumplieron con su compromiso.
Estas acciones que pueden llevar al mundo a una tercera guerra mundial, de la cual nadie saldrá vencedor, es el resultado además de la desesperación del régimen de Kiev, de la decisión de Joe Biden, que al verse derrotado y observando que le quedan solo dos meses en el gobierno, nos quiere heredar un conflicto aún mayor y que nos podría poner en la edad de piedra a los pocos que queden vivos.
Otro que es responsable de esta tragedia es Boris Jonhson, ex primer ministro de Inglaterra, autor del aborto del acuerdo que patrocinado por Turquía se dio hace dos años atrás y que pudo evitar todos los costos humanos, económicos y morales que ahora sufrimos todos, porque no eran ellos los que exponían sus vidas en esta guerra.
Ojalá, que no tengamos que ver una escalada de esta guerra, porque seguramente lo vamos a lamentar todos, pero pareciera que la insensatez es la que está reinando.
El camino de un acuerdo con garantías esta abierto, solo que los locos que juegan a la guerra deben ser amarrados en su camisa de fuerza, antes que nos lleven a todos al exterminio.
¡Así de sencilla es la cosa!
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