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A Panamá la mató el éxito.

De la Soberanía y de la dignidad si se come, lo que sí es seguro que de la genuflexión solo se obtienen migajas, humillación y sometimiento.

Por considerarlo de interés, El Periódico publica una presentación del Abogado Eloy Alfaro de Alba, quien desde una perspectiva jurídico política y patriótica, advierte sobre las injustas cargas que contra la república de Panamá, en razón de nuestro Centro Financiero Internacional, nos han impuesto, hasta exterminarlo, quienes suelen llamarse nuestros aliados, solo que, cuando se trata de sacarnos de la competencia, no les importa arrollarnos y convertirse en nuestros enemigos agazapados y exuberantemente hipócritas.  El Editor

Palabras de Eloy Alfaro de Alba en Acto de Presentación
Del GRUPO DE ACCION FINANCIERA (GAPIFI)
El 30 de mayo de 2023
En el Colegio Nacional de Abogados
A Panamá la mató el éxito.
Habíamos sobrevivido un golpe militar, años de conmoción política interna que desencadeno la crisis de los años 80, el deterioro de la imagen internacional del país, el corralito por el cierre de los bancos, la invasión por Estados Unidos, pero afortunadamente habíamos logrado recuperarnos.
Llevábamos años consecutivos de  elecciones transparentes para el relevo democrático, con crecimiento de dos cifras de la economía dolarizada; la negociación exitosa con el país mas poderoso del mundo había asegurado el retiro de la presencia militar extranjera en nuestro territorio y la reversión del Canal a manos panameñas, que superaron en su administración y rentabilidad a la estadounidense; una ubicación geográfica que, en conjunción con el Canal, le permitía al país importancia geopolítica desproporcionada a su tamaño y población; un centro bancario que mantenía vigencia regional; la bandera ondeando en la flota de una marina mercante en primer lugar de preferencia, por la confiabilidad de su sistema; y un servicio internacional de sociedades flexible que, con las virtudes y defectos que conocemos, durante muchos años había servido con eficiencia a la conveniencia del mundo comercial y financiero.
Pero despertamos la envidia de los amigos, la ambición de la competencia, y la preocupación de quienes necesitaban mantener el acostumbrado control hegemónico de la región y tal vez advertían que nos habíamos emancipado demasiado, que había que meternos en cintura y reducirnos.
Era demasiado el éxito y la puerca torció el rabo. 
Comenzó entonces el ataque despiadado contra Panamá por una coalición de países, supuestamente amigos y “socios estratégicos”, según dicen cuando nos necesitan.
La reacción se manifestó gradualmente, de manera coordinada y sistemática, con presiones políticas, económicas y diplomáticas.
La coalición articuló la posición de países que nos culparon por sus fracasos económicos que, por razones de política interna, nos achacaron por nuestra supuesta condición de paraíso fiscal.
Organizaciones internacionales, en algunos casos con extraña y cuestionable legitimidad jurídica internacional, cuyo propósito es la protección de sus propios intereses, se inventaron listas multicolores de países no cooperadores en las que nos zamparon para desacreditarnos.
GAFFI, OCDE, la Unión Europea, entre otras, y sus países miembros, para justificar nuestra inclusión en sus arbitrarias listas nos señalaron como jurisdicción de alto riesgo por el supuesto mal uso de nuestro sistema de servicios internacionales y de nuestros bancos para el narcotráfico, el terrorismo, las armas de destrucción masiva, el lavado de dinero, la trata de personas, y por supuesto, el objetivo original y real de la trama, la evasión fiscal.
La brutalidad de la agresión coronó el descredito con la complicidad de periodistas internacionales y locales, cuando se permitió la ofensa de utilizar el nombre del país en la publicación del infame reportaje sobre los ya icónicos papeles.
Aterrados, nos acobardamos y, con el rabo entre las piernas, nos sometimos con el silencio de los corderos.
Sin duda nuestro sistema, en algunos aspectos ya era anacrónico, permitía el abuso, su protección a la privacidad era excesiva, la tecnología habia avanzado y presionaba la privacidad, el mundo había cambiado y Panamá tenía que hacerlo. Pero nos fuimos de bruces.
No pretendo hacer de esto un ejercicio inútil de lloradera, porque, a decir verdad, la culpa de lo que nos ha sucedido, de lo que no hemos logrado, de lo que hemos perdido y de donde estamos, es nuestra.
¿Que hemos hecho mal, y que no hicimos?
Desde hace muchos años, cuando se advirtió la campaña en contra del país, su sistema y su imagen internacional, y cuando comenzo el relajo de las listas, no supimos diseñar una estrategia integral, con la participación del sector público y del sector privado, que pudiera coordinar medidas para corregir errores del sistema, para ajustarlo a la realidad internacional, para contrarrestar el ataque, pero también para contra atacar y defender la imagen del país.
No supimos integrar dentro de las entidades publicas relevantes, de manera permanente, equipos profesionales de apoyo, robustos, dotados con suficientes recursos, que pudieran acumular experiencia institucional. Permitimos que el escaso recurso humano cambiara con las mareas políticas y en ocasiones hasta ignoramos que dormíamos con el enemigo.
Los gobiernos, asumieron la actitud de imponer medidas inconsultas para reaccionar a las presiones, excluyeron de sus consideraciones y de la formulación de estrategias a los usuarios que mejor conocían el funcionamiento del sistema, sus virtudes y sus defectos, lo que podía funcionar para sanearlo, y lo que no, y se rechazo su participación efectiva.
Nunca contratamos gestores internacionales en comunicaciones para que en distintos continentes pudieran explicar nuestras virtudes, informar sobre nuestros esfuerzos, cambios y ajustes sensatos, para así poder defender el nombre de Panamá y atacar también a quienes nos ofendían.  Por cierto, esto todavía no lo hemos hecho.
Mientras por años se trapeaba el piso con el nombre de Panamá, y sus servicios internacionales, se nos acusaba de paraíso fiscal no cooperador, cómplice culpable de todo lo malo, y se nos incluía en listas negras, grises y multicolores, en los mismos países que nos señalaban y votaban en contra de Panamá en GAFI, UE, OCDE y otras, que amnistían jurisdicciones que son nuestra competencia, un día si y el otro también, las noticias nos informan que allá los bancos lavan, planchan y añilan a su antojo, pero sin que jamás esos países queden señalados en ninguna lista, con la justificación de que “pagan multas”, para poder volver a delinquir.
De tumbo en tumbo, sin estrategia ni recursos, intentamos ir apagando fuegos, sin éxito alguno, con el único propósito de “salir de las listas” para satisfacer la presión exógena así como la interna de algunos sectores, mientras esos organismos una y otra vez reconocen nuestros “esfuerzos”, nunca resultan suficientes porque siempre se nos promete que la anhelada salida se concretará en la próxima oportunidad.
Entretanto, en cada oportunidad de esas se nos reclama algún aspecto incumplido, de algún acuerdo o se nos exige cumplir con alguna otra condición, al irnos imponiendo capa por capa veladuras interminables en la montaña de requisitos que se nos ha ido construyendo. Una especie de escalera al infinito, en la que, ingenuos, nos hemos dejado engañar, como cuando los españoles con los espejitos.
Y en eso seguimos. Haciendo lo mismo para fracasar igual. 
Insistimos en comportarnos como una isla empobrecida y sin recursos. No hemos entendido que algunos recursos tenemos. Un Canal ahora ampliado, por el que transita toda clase de carga, incluida entre ella la mas peligrosa del mundo, como la química y la nuclear, que sirve a un sector significativo del comercio internacional, incluyendo intereses de Europa, Asia y los Estados Unidos.
El país ocupa una posición estratégica por varias razones. Puente del mundo, como decimos para llenarnos la boca, si somos ahora pieza crucial en la ruta migratoria hacia el sueño americano. Por la ubicación geográfica somos ruta forzada del narcotráfico entre los paises productores y los consumidores tanto en Estados Unidos como en Europa. Durante nuestra historia, incluso desde antes de la republica, hemos sido objeto de apetitos de las potencias sucesivas. Hoy lo somos como puerta de acceso a Centroamérica, Suramérica y el Caribe para una potencia emergente del Asia, en su ruta de la seda, potencia que, por cierto, no nos incluye ni nos mantiene en ninguna lista.
No hay manera de que entendamos la importancia geopolítica que todo ello implica, ni que sepamos aprovecharla, entre otras cosas para desarrollar una estrategia integral, que incluya entidades relevantes, como MEF, Ministerio de Relaciones Exteriores, Superintendencias, y usuarios, que nos permita exigir apoyo, aplicar teclas de presión, así como otorgar y cobrar favores, para impedir atropellos, como el de las listas. Nos allanamos y regalamos todo, gratis.
Es decir, no hemos sabido incorporar a la estrategia la diplomacia empinada en nuestra capacidad geopolítica. Nada aprendimos, o ya olvidamos, lo que supimos hacer bien para asegurar apoyo internacional a la justa causa de lograr la administración del Canal.
La defensa de nuestro sector de servicios internacionales ha pasado de un ministerio a otro, haciendo imposible acumular experiencias ni memoria institucional. En consecuencia, además de someternos a lo que se nos ha impuesto, bueno malo bonito o feo, hemos exagerado la cooperación. Nos hemos comprometido ofreciendo no solo lo que se nos ha exigido sino, además, lo que no se nos ha exigido, aún cuando resulte imposible cumplirlo.
Nos hemos impuesto lo que, en algunos aspectos, no ha hecho la competencia, hemos perdido competitividad y nos hemos disparado en el pie. Por supuesto que nuestros usuarios han migrado, casi por completo, hacia la competencia, es decir hacia jurisdicciones aprovechadas por los mismos que nos han sometido a un incesante acoso, que exigen menos requisitos y tienen mejor imagen que Panamá, y donde han sido acogidos con complacencia.
No puedo enumerar todo lo que hemos hecho desde hace muchos años para “cooperar”, ni quiero usarlo como argumento para rogar que nos saquen de las listas. Ya eso lo hacen las autoridades panameñas hasta el cansancio para justificar supuestos avances.
Prefiero limitarme a dar algunos ejemplos de lo que, si bien si hemos hecho, será difícil o imposible cumplir.
Un ejemplo es el registro de beneficiarios finales. No existe en muchas de las jurisdicciones con las que competimos. Y a pesar de que es clavo pasado, y que nos afanamos en decir que se ha cumplido en no se que porcentaje, ese registro, por el numero elevado de abogados en ejercicio, por la necesidad de mantenerlo actualizado, y por el costo administrativo que se nos ha impuesto a los agentes residentes, será fuentes inevitables de incumplimientos, multas y fracasos.
Otro ejemplo, en mi opinión tal vez mas dramático por absurdo, es la obligación impuesta a los abogados de recibir y mantener actualizada la información relativa a los registros contables (para describirlo de alguna manera) de las personas jurídicas a las cuales sirven como agentes residentes.
El primer problema es que nadie sabe que es lo que se requiere para cuales personas jurídicas. Las que tienen operaciones locales o las que no. No saben las autoridades, por eso la dificultad en regular la ley; no sabemos los abogados; mucho menos entienden los clientes, porque no se lo podemos explicar.
Los clientes internacionales o “Offshore”no entienden que es lo que deben suministrarnos, ni para que, ni porque a nosotros, ni sienten que pueden hacerlo con confianza. Tampoco lo entienden los clientes locales. La sociedad del sobrino de la domestica que le organizamos de gratis hace años para que desarrollara el negocio de un pequeño taller de limpieza y embobinamiento de motores. Ese entiende aun menos.
El otro es la dificultad en mantener actualizada la documentación y la información requerida de manera sistemática y recurrente, y la dificultad para recibirla y custodiarla de manera segura. Ni hablar del costo para lograrlo.
Tampoco entendemos que obligación aplica a los agentes residentes una vez reciben la información. Si es que la reciben porque de lo contrario los hemos obligado a renunciar para que las sociedades queden en un limbo hasta que con el tiempo se ordene su disolución forzosa. Otro invento de cuchillo para el pescuezo solo para justificarle a aquellos que no tenemos tantas sociedades activas.
Debe el agente residente dedicar algún grado de análisis a la información recibida? O lo único que se les pide es ponerle a lo recibido una liga y meterla en un cajón hasta que alguna autoridad la requiera? O será que ese es otro zapato aun colgando que nos va a caer?
Por todas esas razones, entre otras, esa obligación de recibir y mantener “registros” de información contable e “información de respaldo”,  que como albatros le hemos colgado del cuello a los agentes residentes, es y será de imposible cumplimiento.
Crónica de un fracaso anunciado, que además se nos restregará en la cara para reclamarle a Panamá otro incumplimiento con el que justificar volver a zamparnos en listas, si es que algún día llegamos a salir de alguna de ellas.  El tiempo se encargará de comprobarlo.
Así, poco a poco, con la acumulación de obligaciones, algunas razonables y otras imprácticas, exageradas, innecesarias y absurdas, de debida inteligencia, de conocimiento de clientes y custodios de información ajena, a los agentes residentes se les han ido cargando responsabilidades ajenas a su propósito original y los hemos ido convirtiendo en investigadores, agentes de inteligencia, fiscalizadores, analistas financieros, auditores, recaudadores de impuestos, delatores y sapos.
Me pregunto si estamos tratando de revivir un paciente que ya murió a manos nuestras. Al final, aun si llegamos a salir de las dichosas listas tendremos que preguntarnos a que costo.
Como dijo el loro cuando ya iba en el hocico del perro: “ya paque”.
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