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200 años de lucha por la Liberación Nacional y la Justicia Social

Por: Jaime Flores Cedeño

El Bicentenario de la Independencia de Panamá de España plantea un escenario de reflexión sobre la evolución histórica de los panameños y la lucha por alcanzar la liberación nacional y mejores condiciones de vida.

Resulta importante señalar, que en la antesala de esta conmemoración hemos visto a un pequeño grupo de historiadores al servicio de las élites, quienes estuvieron proclives en defender la historia oficial contenida en adulaciones a los denominados “próceres” de la Patria, cuando en realidad actuaban bajo presión de sus intereses económicos y no por una aspiración libertaria.

Estos historiadores oficiales se resistieron hasta el final en mencionar (en sus discursos poco concurridos) la raíz del proceso emancipador anticolonial que se encuentra en la lucha sostenida por indígenas y cimarrones, contra la esclavitud y el genocidio, desde el momento de la llegada de los españoles a Tierra Firme.

Sobre el particular, tenemos, que España implementó por espacio de 300 años una maquinaria de coloniaje cruenta y discriminatoria en América Latina, que produjo millones de muertos entre originarios y la población negra. Esto se debió, principalmente, a los trabajos forzosos a que eran sometidos y las enfermedades traídas del viejo mundo.

El sistema esclavista contó con el apoyo de la Iglesia Católica y tuvo sus pocos detractores en hombres como: fray Antonio de Montesinos, que denunció el trato cruel hacia los indígenas en su célebre sermón de Adviento en 1511, donde manifestó las barbaries que se cometían ante la presencia de Diego Colón y altos funcionarios.

Las riquezas expoliadas servían para alimentar los lujos y vida opípara de los reyes que mantenían a sangre y fuego el control de las colonias. Esta estructura de opresión comenzó a estremecerse con las rebeliones de indígenas y cimarrones, que preferían morir, antes de continuar atados a la esclavitud.

En el marco de estas sublevaciones la historia registra las palabras del líder indígena Hatuey; cuando el sacerdote le preguntó, antes de ser quemado vivo, si quería convertirse en cristiano, la respuesta del cacique fue: “¿Y los españoles también van al cielo?”, el sacerdote respondió que sí. “Entonces no quiero ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver gente tal cruel”.

Igual sucedió siglos después, en 1781, con el levantamiento en Perú de Túpac Amaru II, quien al ser capturado fue objeto de un interrogatorio por parte del visitador. Este al pedirle el nombre de sus cómplices recibió del cacique la siguiente respuesta: “Aquí solo hay dos culpables, tú por oprimir a mi pueblo y yo por querer liberarlo”, luego sería descuartizado y sus restos exhibidos en la ciudad.

Las rebeliones se extendieron en todas las colonias, incluyendo Panamá, escenario de duras batallas, con héroes ignorados por la historia oficial como: Quibián, Urracá, París, Bayano, Felipillo, Antón Mandinga y Luis de Mozambique.

Un tema que no puede obviarse al analizar la independencia fue la guerra librada por espacio de una década en Suramérica, bajo el liderazgo de Simón Bolívar, y otros prestantes militares, quienes fueron protagonistas junto a sus ejércitos de memorables batallas épicas como las de Boyacá y Carabobo, efectuadas antes del 28 de noviembre de 1821 y cuyos triunfos frenaron el avance del ejército español de forma irreversible.

Con la independencia de 1821 la burguesía tuvo un reacomodo en sus libertades y economía, no así los pobres, que vivían en las afueras de las murallas de la ciudad. Estos continuaron viviendo en la precariedad producto de la política de exclusión implementada por la élite blanca. Lo descrito se mantuvo invariable en el decimonono, y permaneció en el siglo XX, con los grupos oligárquicos que llegaron al poder, cuyas fortunas se multiplicaron al ejercer el pleno control del Estado, el cual dirigían para beneficio de sus corporaciones nacionales y vínculos transnacionales.

Lo que siguió luego de la independencia fue la consumación del anhelo de libertad de los panameños que se vio ejemplarizado con muestras de patriotismo y dignidad, verificados con: el Estado del Istmo de Tomás Herrera (1840), el Estado Federal de Justo Arosemena (1855), los hechos acaecidos con el incidente de la Tajada de Sandía (1856), el Convenio de Colón (1861), la rebeldía legítima de Pedro Prestán (1885), el rechazo del Tratado Herrán Hay (1903), sustentando por patriotas panameños como: Oscar Terán y Juan B. Pérez y Soto, La Guerra de los Mil Días (1899-1902), donde fallecieron en combate miles de nacionales y los asesinatos de León A. Soto y Victoriano Lorenzo, respectivamente.

Estas páginas de decoro y heroísmo evocadas desde 1821, fueron traicionadas el 3 de noviembre de 1903, por la burguesía liberal y conservadora, al aceptar un lesivo Tratado Hay-Bunau Varilla, que cedió gran parte de la geografía nacional a los estadounidenses y creó un Estado mediatizado, negando por completo la aspiración plena de libertad que sus antecesores habían proclamado con el Estado del Istmo de 1840 y en las luchas sucesivas.

La celebración del Bicentenario debe resaltar los eventos que allanaron el camino hacia la verdadera independencia colonial materializada el 31 de diciembre de 1999, con el cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter. En este transitar se hayan múltiples eventos, héroes y mártires, como: la resistencia a la invasión yanqui, tras la huelga inquilinaria de 1925, el rechazo del Convenio Filós- Hines en 1947, las siembras de bandera en 1958/59, los hechos del 9 de enero de 1964, donde panameños dieron su vida en contra del coloniaje estadounidense y la cruenta invasión USA del 20 de diciembre de 1989, que tuvo la resistencia armada de valientes panameños y panameñas.

La conmemoración de estos dos siglos de independencia debe servir para generar un amplio debate histórico, entre académicos, investigadores y dirigentes de organizaciones nacionales, que permita analizar la evolución política, económica y social que ha tenido el país desde la llegada de los españoles, y el consecuente anhelo de libertad, y no sometimiento a Nación extranjera.

Concluimos manifestando, que el sujeto histórico de estos 200 años no son las élites explotadoras y entreguistas, sino el pueblo panameño, que supo frenar en cada período histórico los intereses hegemónicos imperiales de los Estados Unidos y desarrollarse en base a principios patrióticos que representan la base de la nacionalidad.

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